agosto 28, 2005

libros, libros, libros...

Lo compré hace más de quince años. Pospuse la lectura para un momento que no llegó jamás. Moriré sin haberlo leído. Y en sus páginas estaban el secreto y la clave.

-José Emilio Pacheco-

El viernes por la noche estuve en casa de mis padres y, después de muchas vueltas, me atreví a entrar en el despacho que fuera de mi padre. La única herencia material que pueda interesarme está ahí: su biblioteca, aún no sé si sus deseos se cumplan; aunque debo confesar que estoy dispuesta a realizar "robo hormiga" de ser necesario.

Cada vez que veo esas paredes llenas de libros recuerdo la razón por la que mi estudio está desbordado, porque no dejo de comprar libros, y es que he descubierto los diferentes placeres que dan:

1. El evidente, leerlos; descubrir "los secretos, las claves" que cargan dentro.

2. Editarlos, construirlos, decidir su destino.

3. Adquirirlos.

Es éste último que me ocupa ahora. ¿Quién no ha disfrutado de horas interminables en una librería?, ¿o en varias? Quién no goza al perderse entre los libreros buscando y escogiendo títulos, a veces; otras, sólo esperando que el libro nos elija a nosotros y salte en nuestras manos.

Tengo libros nuevos aún, tengo el privilegio de leer desde muy pequeña y creo que mis lecturas han sido muchas y variadas, pero sé que nunca leeré todo lo necesito, todo lo que debiera y todo lo que desearía; pero seguiré leyendo, seguiré editando, seguiré comprando libros.

Los demasiados libros

A cambio de las horas que no regresan
se acumulan los libros
Cajas de sueños esperanzas cóleras
que (es muy probable)
no leeremos nunca

Por todas partes
libros en desorden
Objetos de ansiedad
mudo reproche
de no haberlos abierto
Miedo a morirse
sin hojearlos siquiera

Con qué cinismo
con cuánta desvergüenza o qué locura
después de todo esto nos ponemos
a escribir otro libro

-JEP-

Ya lo comentaba con anterioridad, amo los libros, tenerlos entre las manos, olerlos, ojearlos, hojearlos, hundirme en sus letras y descubrir...

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