julio 20, 2005

Seguimos con la música

Creo que no soy muy buena para escuchar música, hace tiempo que descubrí que requiero de algo que me ancle, necesito de una letra que me involucre; creo que tiene que ver con que mi cerebro está siempre en dos y tres sitios distintos al mismo tiempo. He evitado pasar cerca de mis grandes amores musicales, porque no sé qué elegir. Me pasa con Silvio Rodríguez, con Óscar Chávez, con Joaquín Sabina...

Mi comunión con éste último data de muchos años atrás, más allá de modas o etapas en la vida de cada quien, Sabina es de encuentros contundentes, pasionales, obligados, enfermos... encontrarte con sus letras y su música es enredarte en una relación tormentosa de amor-odio, de placer-sufrimiento. Hoy me di a la tarea de seleccionar y no ha sido nada fácil, pero sí llegué a una conclusión, el disco que más me gusta de él -como totalidad- es Esta boca es mía; la canción, Siete crisantemos, porque voy enterrando mis raíces, porque no soy una mujer de buenas costumbres, por mi adicción a enamorarme y a los besos, pero principalmente por mi apego a los cementerios (como asesina y como víctima al mismo tiempo):

Si alguna vez he dado más de lo que tengo
me han dado algunas veces más de lo que doy,
se me ha olvidado ya el lugar de donde vengo
y puede que no exista el sitio adonde voy.

A las buenas costumbres nunca me he acostumbrado,
del calor de la lumbre del hogar me aburrí,
también ene el infierno llueve sobre mojado,
lo sé porque he pasado más de una noche allí.

En busca de las siete llaves del misterio,
siete versos tristes para una canción,
siete crisantemos en el cementerio,
siete negros signos de interrogación.

En tiempos tan oscuros nacen falsos profetas
y muchas golondrinas huyen de la ciudad,
el asesino sabe más de amor que el poeta
y el cielo cada vez está más lejos del mar.

Lo bueno de los años es que curan heridas,
lo malo de los besos es que crean adicción;
ayer quiso matarme la mujer de mi vida,
apretaba el gatillo... cuando se despertó.

Con siete espinas de la flor del adulterio,
siete carreteras delante de mí,
siete crisantemos en el cementerio,
siete veces no... siete veces sí.

Me enamoro de todo, me conformo con nada;
un aroma, un abrazo, un pedazo de pan
y lo que buenamente me den por la Balada
de la Vida Privada... de Fulano de Tal.


Siete crisantemos en el cementerio,
siete despedidas en una estación,
siete crisantemos en el cementerio,
siete cardenales... en el corazón.

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