A Urso Rojano, in memorian
Nunca pensó encontrarse en esta situación, como una mala historia estaba frente al pelotón de fusilamiento recordando los motivos por los que se encontraba en aquella guerra... No quería equivocarse, se unió al ejército porque era necesario, porque para él era una lucha justa, porque creía en los ideales que unieron a tantos hombres a tomar las armas; él no era soldado, tan sólo se trataba de un joven obrero, acostumbrado al rudo trabajo de la fábrica textil.
Obligado desde pequeño a trabajar para ayudar a su padre, no conocía otra forma de vida; a temprana edad adquirió una nueva deuda para su familia al descomponer una máquina; tuvo que pagar con trabajo la reparación y el material manchado con su sangre. No importaba que hubiera sido un accidente, que a sus 10 años tuviera que pararse de puntillas para poner el algodón en la desgarradora, su hermano menor tuvo que incorporarse a las faenas.
P R E P A R E N
No podía dejar de hacer una grotesca mueca que simulaba una sonrisa, cuando recordaba que la cicatriz que obtuvo de niño, sería confundida con una señal de su valentía en la guerra. Ahora tenía que poner un ejemplo, debía mostrar que hablaba en serio; no importaba que así fuera, que la gente del pueblo se sometiera ante federales y rebeldes. Él no era como otros, no podía permitir que sus hombres saquearan, quemaran, vejaran... no era una lucha en contra sus iguales, sino en contra del régimen.
A P U N T E N
Mientras daba la señal para que los soldados se prepararan, los dos fusilados clamaban perdón. Lo pensó nuevamente, eran sus soldados, sólo habían robado unas gallinas; pero tenía una sola oportunidad para demostrar que aún en la guerra había hombres en los que se podía confiar...
F U E G O
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