marzo 20, 2006

Para las ausencias, presencias...

Para Ce,
durante su preparación
de una vida con ausencia


Justo un año antes de que muriera mi padre, murió la madre de uno de mis mejores amigos, en aquel momento, nuestra plática se centró en cómo los demonios jugaban y se divertían a nuestra costa; entonces escribí algunas letras que un año más tarde me devolvería con dedicatoria especial; ahora las lanzo nuevamente, no es aliento, no es consuelo, mucho menos una petición de resignación ante la muerte, es sólo la promesa de permanecer, para cuando mi estimado Ce, regrese a este mundo:

Los demonios indudablemente existen, se manifiestan y enredan este mundo, algunos son incontrolables, pero he descubierto que otros tantos son susceptibles.

La diferencia es su origen:
Los externos, ajenos a nosotros, se nos cuelan entre los pies y nos hacen tropezar sin poder remediarlo; a veces nos hacen caer pero, al fin y al cabo, a pesar de que no podamos controlarlos, continúan afuera.

Los demonios internos, los que nos acompañan durante nuestra vida, son domesticables, pero también los más peligrosos; mi naturaleza me ha obligado a vivirlos diariamente y podría decir que es posible una convivencia armónica.

La única manera de aminorar los daños que provocan los demonios es aprender a controlar los nuestros, los métodos varían, creo que los más efectivos son los que unen fuerzas, los colectivos.
Espero que poco a poco llegue la calma a tu familia, que todo el caos que se ha generado a tu alrededor se disuelva; no olvides que las charlas ante un café, en compañía de quienes te quieren es un buen conjuro contra los desastres. Así que, cuando las aguas estén dóciles, vayamos tras un café...

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