Tuve muchas cosas que hacer y que ver; hay tanto, que no es posible comenzar y terminar de manera ordenada; el año pasado aprendí que la mejor organización en ese lugar es el azar. Caminar pasillo por pasillo hasta recorrerla completa y volver a empezar, siempre encontrarás algo nuevo que no viste al pasar la primera vez.
Logré algunos contactos que buscaba; pocos, ciertamente, pero creo que es cuestión de entrenamiento y práctica, por lo pronto hay que aprovechar esos primeros pasos.
Me encontré con buenos amigos, ex compañeros de trabajo a quienes siempre veo con cariño; debo confesar que me invadió una agradable sensación de nostalgia; es bueno saber que uno deja lazos fuertes, los pasillos de la FIL se convirtieron en un extraño regreso a casa.
No pude comprar libros, tenía que concentrarme en el trabajo y sólo vi, de manera furtiva, lo que me interesaba para mí; afortunadamente, un representante personal se quedó por allá, disfrutando de las conferencias, de los escritores y de los libros; me trajo algunos títulos que le encargué y otros que sabía que me gustarían, atinada selección, debo reconocer y agradecerle.
¿Disfruté la FIL? Sí: a persar de que resultó cansado ir en plan de trabajo, tuve algo de tiempo para mí, para mis recuerdos, para mis nostalgias y para desmentir ese mito de que los libros no le interesan a nadie…
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