La semana pasada participe en el XVI Seminario de Introducción al Mundo del Libro y la Revista. Beca Juan Grijalbo-CONACULTA, promovido por la Caniem; fue una experiencia agradable, pues tuve la oportunidad de conocer a diversos profesionales del medio editorial. En total fuimos 30 participantes, 20 ponentes, 5 moderadores y los organizadores del evento. Mucho de lo que ahí se habló tuvo que ver con la crisis de la industria editorial. Para mí, que además de ser editora soy lectora, es preocupante la situación; pero da gusto saber que no se trabaja en solitario.
Ayer fue la entrega de diplomas, fui elegida para hablar en nombre de los participantes; a continuación parte de mis reflexiones al respecto:
Los libros son vehículo, vínculo, diálogo, posibilidad de intercambio, posibilidad de vida. A través ellos se crea, se educa, se informa y se entretiene. El libro tiene distintas dimensiones: la del escritor, la del editor, la del librero, la del lector... cada mano que toca un libro pone algo de sí en él; el libro es contenido, objeto y producto.
En la vida editorial convergemos múltiples profesionistas, llegamos, casi todos, por azar o por terquedad; nos quedamos anclados a sus múltiples facetas, a sus diversas caras que nos enamoran y nos hacen sentir que vale la pena el esfuerzo y el trabajo. Es por ello que hace falta la experiencia y el oficio de quienes han labrado su vida a partir de los libros y de las revistas, en la formación de nuevas generaciones.
El proceso editorial no es simple ni inmediato; inicia cuando un autor escribe un libro o cuando un traductor plasma en nuestra lengua un texto proveniente de otro idioma y finaliza cuando llega a las manos del lector. La revista y el libro no son cualquier producto, tienen particularidades que los ponen en desventaja frente a otro tipo de mercancía; por ello, es de vital importancia apoyar y fomentar la apertura de librerías, difundir y promover una cultura de adquisición y consumo de revistas y libros, así como crear medios alternativos de publicación y de promoción.
La tarea nos fácil, pero sí gratificante; como lo señala Roberto Zavala Ruiz en El libro y sus orillas: “Este discreto segundo plano que ocupan [...] aquellas personas [...] preocupadas por la armonía interna y la belleza externa de un libro a través de las complicadas etapas de su proceso de elaboración, lo recorremos personas generalmente tercas, obsesivas, detallistas, en ocasiones tortuosas. Se necesita, en realidad, un decidido, un indomable espíritu de contradicción para ver la luz a través de un manuscrito enredado y confuso, de galeras interminables y a veces incomprensibles, de planas con múltiples errores [...], y no continúo para no dar la impresión de que esta letanía no tiene fin y de que en la labor alquímica de convertir un manuscrito [...] en las páginas de un libro, no se encuentra oculta, en medio de los problemas, cierta felicidad.”
Felicidad que nos ha hecho seguir en el intento, una y otra vez, a veces en contra de pronósticos. La industria editorial mexicana tiene opciones de crecimiento y expansión, pero se necesita de verdaderos equipos de trabajo, que sigan apostando por el libro y que encuentren sentido en la revista. Una vez que se ha transitado este camino de reflexión acerca de nuestra industria, es imposible permanecer ajeno, hay que unirnos a este esfuerzo participando de manera activa, profesionalizándonos cada día y buscando que nuestros equipos de trabajo se fortalezcan y actualicen.
Hay que tomar ejemplo y hay que dar ejemplo, cuanto mejor hagamos el trabajo, mayores serán las posibilidades de que nuestro gremio salga avante de las vicisitudes por las que hoy transita.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario