julio 11, 2005

Con el alma desvencijada...

Por mi parte, me encuentro con el alma -o lo que en mí haga sus veces- no ya dilatada, sino más bien desgranada, desvencijada; es decir, con sus vencejos o ligaduras todos sueltos. Me cuesta trabajo recogerla en un haz. Se me escapa por todas partes. Y acaso merced a esto se me aparece otro yo, el más primitivo, el que está por debajo del alma.

-Miguel de Unamuno-


Hoy amanecí con lluvia sobre la cabeza, curiosamente hoy que hizo un día soleado. Es justo uno de esos días en que me reprocho ser yo: tan fácil que hubiera sido depender abiertamente de alguien, que un ser externo resuelva mi vida, mi dirección y mis problemas; que alguien, no yo, piense y sienta, seguramente cometerá menos errores. Por supuesto, de inmediato viene el reproche por ser tan estúpidamente cobarde.

Lo cierto es que hoy estoy harta del mundo, estoy un poco fastidiada de mí; mi cerebro da vueltas sin parar, ¿qué se hace para dejar de pensar?, mi corazón siente sobresaltos y lee calamidades a cada paso (como si las aves de mal agüero rondaran), ¿qué se hace para dejar de sentir?

A veces me canso de los caminos que he elegido, de las decisiones que he tomado y de los barcos en que me he subido; a veces me pregunto si no he equivocado la ruta...

Pero cuando vuelvo la vista y veo a quienes están esperando el momento adecuado para actuar, atorados sin saber hacia dónde; cuando veo a mi alrededor a la gente ha decidido compartir un trecho de su camino conmigo, me digo que algo habré hecho bien en mi vida para tenerlos a mi lado.

Ciertamente, no puedo dejar de pensar (aunque mi cerebro necesite vacaciones), tampoco puedo dejar de sentir (eso no depende de mí); así que hoy, como tantas otras veces, debo quedarme quietecita, escuchando fuera de mí, para darme cuenta que a mi alrededor hay vida, que no todo depende de mí, a fin de cuentas no soy tan importante y aún cuando me equivoque, el mundo seguirá marchando...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay playitas muy lindas, donde la cabeza no descansa sólo se broncea, se pone más guapa.
Dejar de sentir debe ser más doloroso que sentir toda la furia sobre uno. Ánimo.
Un saludo.

Nota: Me gusta este sitio, si que sí.

Anónimo dijo...

Esos son gases del instinto. Grueso, añado

mctelloli dijo...

Mira lo que provoco la lluvia...
Y cuidado, que puede llegar a matarnos una temporada de lluvias...
Pero la lluvia que tienes ahora, que piensas ahora, es más purificadora que destructiva, aunque lo segundo (algunas veces) atraiga a lo primero; pero es para lo que sirve una buena lluvia : lavar.
Y de vez en cuando provocar, como bien dices. Te envio un abrazo