A fin de cuentas, el fin último del viaje se cumplió, con resultados alentadores. Incomodidades, por supuesto. La principal, las implicaciones que tiene estar en cerca de 8 poblaciones de 5 Estados diferentes de la República en sólo 5 días; contando el Estado de México, donde vivo, y el DF. Pero debo reconocer que hubieron cosas que valieron la pena:
Guadalajara, la gran paciencia de Sandra que, sin deberla ni temerla, debió cotemplarme toda la tarde hasta la salida de mi vuelo; su grata compañía y la de su amiga (como es costumbre en mí, olvidé su nombre) me hicieron sentir bien en mi breve tránsito por esa ciudad.
Veracruz, su puerto y su mar, el domingo con todas las sensaciones que encontré; la hospitalidad del equipo (Alex, Adrián, Margarita), su amena charla y el trabajo agotador en un ambiente sumamente grato. Alvarado, y su fama, que se quedó en eso, porque a mi alrededor los profesores se mostraron sumamente amables y educados, además del maravilloso plantel en donde estuve, con vista al mar (como lo demuestra la fotografía) y algunos cocodrilos; Catemaco, sólo de paso, sin poderme hacer la "limpia" de rigor, pero con una rica comida. Acayucan y la charla con sus maestros.
Puebla, estancia breve, pero una de las mejores exposiciones que realicé (más me valía después de cuatro anteriores, ¿no?).
Lo mejor de todo fue el regreso a casa y el recibimiento, extrañé profundamente a mis querencias, compañeros de cotidianidad y juegos... hubo abrazos y besos, más reclamos y facturitas que he pagado y seguiré pagando, pues mañana me voy a Tampico; pero esto es así, ya me tocarán a mí los reclamos.
Después de mañana, la gira habrá terminado...
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