Sofía despertó distinta esa mañana; sin saber exactamente por qué, el aire frío de enero le producía una agradable sensación. A diferencia de otros días canturreó al dirigirse hacia la regadera, disfrutó el agua caer sobre su cuerpo, se vistió de prisa y bajó a desayunar.
Su madre sonrió al escuchar el tarareo y recordó cuando aún era una niña pequeña, se alegró de escuchar nuevamente esa tonadilla que había dejado de sonar hacía casi un año, cuando cumplió los doce; la tristeza al fin, había desaparecido de su rostro.
Sofía terminó el cereal, dio un beso de despedida a su madre, tomó la mochila y salió corriendo... ahora estaba segura, no podía ser sólo un sueño, sentía ese cosquilleo; siguió con su loca carrera con el viento golpeándole el rostro, casi sin darse cuenta, empezó a ganar algtura, extendió sus alas y se elevó, ahora podía volver a ser ella misma.
Junio 10, 2005.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario