junio 29, 2006

Hogar

Hace tres años me entregaron mi casa, ubicada en el Estado de México, decidí aventurarme a librar distancias por un espacio propio. En ella, he tenido todo tipo de eventos:
Por primera vez en mi vida, un año de trabajo free lance
La muerte de mi padre
El encuentro con mi compañero de juegos
Aprender a compartir el tiempo y el espacio con él
La llegada de Cleo a mi mundo

Sin embargo, hoy, la casa se redujo hasta el punto de la asfixia. Me mostró una soledad sin opciones. Así que, finalmente, esta semana vuelvo a mi añorada Narvarte, con calles conocidas y a unos cuantos minutos de casi todo el mundo que me importa.

Es un departamento pequeño, con un buen patio para Cleo y espacio suficiente para albergar cariños nuevamente, un espacio que sé que sentiré más mío que mi casa, porque conforma mi hogar.

Supongo que habrá varias inauguraciones y espero que de tipo variado, habrá algunas multitudinarias (con mis multitudes de diez personas, claro) y algunas personales; hay ganas de regresar, de cervezas, vinos, charlas, desveladas, en casa y fuera de ella.

Hay tiempo y formas de empezar, el mes de julio se avecina con mi mundo latente, lleno de reencuentros...

Es por eso que dejé de escribir; es por ello que vuelvo a escribir...

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