febrero 24, 2006

tiempos de futbol

Cuando niña me gustaba ver los partidos de futbol con mi papá y mis hermanos. Guillermo jugaba en un equipo y cada fin de semana iba con él al campo, más allá de entender la dinámica del deporte, estaba el ser la mascota exclusiva del equipo, con tan sólo 4 ó 5 años de edad, es fácil ganar la atención de quince muchachos de 16 ó 17.

Fui fanática de Carlos Reynoso y Enrique Borja; deliré por Héctor Miguel Zelada, uno de los porteros más guapos que he conocido, pero ¡¡¡cómo ha envejecido!!!

Cuando llegué a los 14, acompañaba a mi hermano a los entrenamientos de la selección juvenil que dirigía, debo confesar que me movía más que el interés del deporte.

Un poco más tarde, tendría 17 ó 18, mi padre empezó a aborrecer el futbol, fue justo la época en la que no importaba cuán malos fueran los equipos, transmitían partidos todo el sábado y todo el domino, obligándonos a ver algunos encuentros que tenían menos mérito que los partidos llaneros. Empezó a cambiar mi percepción acerca del futbol, me alejé cada día más, hasta que terminé por renunciar a él.

Se acerca el mundial y es inevitable el bombardeo: futbol hasta en la sopa... Pero no me pesa, incluso el miércoles, a pesar de mi gripa, disfruté el partido Barsa-Chelsea; descubro con cierto recelo que nuevamente conozco jugadores y equipos (no en balde he tenido un curso intensivo de futbol internacional desde hace algún tiempo); incluso empiezo a tener preferencia por algunos equipos (Barsa, claro ejemplo).

Bien Manuel, un punto a tu favor, lo reconozco publicamente, me gusta el futbol, a pesar de todo...

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