julio 04, 2005

Y Dios la hizo mujer...

Gioconda Belli es una poeta y novelista nicaragüense que tiene lo que yo llamaría una literatura “femenina”; es decir, no hay en ella el clamor del feminismo exacerbado ni un romanticismo anacrónico, logra en su escritura una combinación particular de sentimientos femeninos con una ideología revolucionaria, sin dejar de lado su posición política particular. Su obra tiene un marcado acento erótico, que en ocasiones conjuga con su gran preocupación por los cambios políticos de su patria.

Es una mujer comprometida con su condición de mujer, de ciudadana y de habitante de este mundo;hasta el momento he leído La mujer habitada (novela), El ojo de la mujer (poesía) y El taller de las mariposas (cuento infantil). En los tres géneros ha logrado atraparme y considero que se encuentra entre las escritoras que deben ser leídas. Transcribo el poema por el que la conocí, porque a través de él entré a su literatura, por todo lo que pudo decirme en estas líneas y porque permitió que me reflejara en sus letras:

No me arrepiento de nada

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

El ojo de la mujer. Poesía Reunida. Visor-libros. Colección Visor de poesía

2 comentarios:

mctelloli dijo...

Y este poema que viene muy al dedillo estos días... gracias por escribir sobre Gioconda Belli :)
Saludos

aus dijo...

Alma, finalmente las escritoras (como los escritores) son producto de su tiempo y están ahí, para que tomemos lo que nos ajuste.

Paco, un poco de ambas, tal vez más confesión que poesía...