Ayer leía a Fenririel y su preocupación con respecto a la identidad, este famoso mito de si los mexicanos somos entre españoles e indígenas (como si unos y otros fueran razas originales, ¿y qué hay de todas las mezclas anteriores?); de si es justificable o no que en el extranjero se nos asocie con balazos, sarapes y mariachis.
Provengo de una familia que tienen un profundo sentir histórico de nación; tengo, por educación familiar primero y por convicción después, un gran respeto por lo que significa una bandera, un himno y una constitución; pero, paradójicamente, no tiene que ver con lo que nos enseñan en la escuela... no puedo explicarlo claramente, porque está ahí, nada más.
Sin embargo, he encontrado un poema que dice exactamente lo que yo podría decir de mi país:
Alta traición
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puetos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
-José Emilio Pachecho-
1 comentario:
Hola, gracias por tu comentario en mi blog.
El poema que pones es muy hermoso, porque refleja mucho de lo que desespero en esa archiconocida búsqueda de la identidad: no amo el lugar donde he nacido, pero sí amo la tierra donde he nacido, y aunque yo no podría dar mi vida por la ciudad deshecha, gris y monstruosa, sí la daría por el valle en el que está fundada, y por las pocas personas que hacen que valga la pena vivir aquí, y por las figuras de su historia que hacen que me sienta orgullosa de algo que solo así cobra cierto sentido: mi patria, que tristemente no es de muchos.
¡Saludos!
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